Al ralentí
Carola Bedós
Ayer soñamos los dos que íbamos a comer al Giardinetto el día del padre. Nos dan la mesa habitual. Durante el primer plato, hablamos de navegar. Una de las pocas cosas que tenemos en común con mi padre es el gusto por el mar. Nadar, remar y navegar siempre han sido actividades preferidas. Mi padre hizo también submarinismo de joven. En Lloret y en Mallorca. Recuerda Cala Llamp como un sitio privilegiado, cerca de Andratx. Estartit y en concreto, las Illes Medes, en la Costa Brava, también. La falta de meros, emigrados a causa del creciente número de turistas y del ruido de los motores. “Los peces aman el silencio”, dice. De mayor, fue más de superficie. Vela en clase 420 con el Dr. Gonzàlez en Arenys y, en los 70, se compró una Paltré de madera hecha por el “mestre d’aixa” Pere Ventura en Palafrugell, con la que navegamos todos los rocosos rincones de Begur. Sacábamos ostras y erizos y nos los comíamos, sorbíamos, embarcados, como aperitivo con intenso sabor a mar. Me la dejó llevar desde los 10 años y fui ducha en la maniobra fina de entrar en el puerto. El reto era entrar en el pantalán al ralentí sin tocar ni un milímetro otra embarcación. Como ahora, con el distanciamiento social impuesto por el covid-19.
Volamos de memoria durante el segundo plato. Recordamos las preciosas mallorquinas del puerto de Aiguablava: nuestras preferidas eran las de nombres tan sugerentes como Can Picafort, Sa Calobra, Illa Blanca y Goixo. Embarcaciones elegantes, de madera, muy estables y marineras para “barquejar” por las calas. Goixo pertenecía al Sr. Víctor Alegret, con el que salíamos a pescar al volantí. Horas y horas desde el alba hasta mediodía, esperando a que picaran. A veces solo pescábamos chistes, risas y un buen desayuno. La sal en la piel y en el pelo enmarañado. Yo tuve una fase de windsurf y otra de 420. En 2008 heredé la Paltré, la restauré y la devolví al mar, que era su sitio. Ahora vive en Calella.
En el postre, el dulce nos lleva al futuro. Soñamos poder seguir con muchos más capítulos de navegación en los años a venir. Todavía quedan experiencias y proyectos por vivir. Sueño con probar el patí català en el puerto olímpico. E ir luego de cena al Giardinetto.
Mientras esperamos, tomamos el café y dibujamos Sa Tuna vía Facetime con mi sobrina Claudia. El “cling” de la llamada nos devuelve a la realidad.