¡Pies confinados para qué os quiero!
Anna Serrat
Me lleváis de la habitación a la cocina y de allí al lavabo o al salón. Me sostenéis un rato mientras preparo galletas, tartaletas de limón o cualquier otra elaboración que deje la cocina como un campo de batalla (condición sine qua non). Descansáis largas horas descalzos sobre el parquet o tumbados en la cama o el sofá, siempre pantalla en mano. Os aseáis en la ducha, tomáis el fresco en el balcón. Muy de vez en cuando, os unís al ejército-brigada de limpieza familiar, consistiendo vuestra colaboración principal en chocar con la escoba, la fregona o el recogedor. Y venga: un saltito por aquí, unos bailoteos a ritmo de reggaetón por allí y, a las ocho en punto, un corretear hacia la ventana para complementar a las manos en el aplauso sanitario. Os cruzáis un encima del otro mientras hago videollamadas con mis amigas o con las abuelas. ¿Crecéis? Juraría que sí. Y, uy: ¡Luííííííííííííííííííííííís!: de vez en cuando sonreís a la cámara de mamá.