Como un pájaro en el alambre
Jasmín Rovira
El aquí y ahora ha llegado como una hostia en toda la cara. Respiro, riego esa planta que se inclina e intento cocinar unos espagueti alla Sofía Loren. Mañana no sé, pero hoy reboso de energía. Puedo teletrabajar, corregir deberes, bailar pop coreano, sacar a nuestros perros, hacer un facetime con los amigos y familia y notar como el estómago se encoge a ratos por muchos donuts que saqueé de la despensa. Pasa que solo nos ponemos las pilas cuando la realidad nos recuerda “la insoportable levedad del ser”. Y como tenemos arte para no morir de la verdad, disfrutamos de la creatividad y de la cultura y de la solidaridad y salen auténticas maravillas. Lástima que, cuando la calabaza se convierta de nuevo en carroza, volveremos a ser los mismos ratones, zoquetes y vanidosos de antes. Pero ahora, mientras escribo estas líneas, disfruto de uno de esos momentos efímeros de ‘realismo mágico’ que nos concede este miedo al futuro y tengo al señor Leonard Cohen en mi salón, con su americana y su sonrisa, como un pájaro en el alambre.