SESIONES CONFINADAS
Francesc de P. Jufresa Patau
Lo primero que quiero decir, sobre mi confinamiento actual, es que me parece una burla del destino, porque se veía venir, nadie hizo nada y ahora los que no hicieron nada, cuando pudieron hacerlo, son los que nos mandan confinarnos, eso sí, para garantizar nuestra salud y subsistencia.
Lo que no puede negarse es que un confinamiento de varias semanas, o meses, a lo peor, como el que estamos sufriendo, supone un cambio de todo, de manera de pensar, de vida, de entorno, de amigos, un cambio radical del que, posiblemente, en buena parte, no habrá marcha atrás y eso, a ciertas alturas del partido, yo ya tengo unos añitos, es algo inesperado, duro y cabreante, un auténtico terremoto vital.
Dicen que nos confinan por una pandemia, que insisten, machaconamente, en llamar Covid-19, cuando todo el mundo sabe que esta etiqueta la ha puesto para disimular la incompetente OMS, porque, según todas las teorías que se manejan, el virus es el Sars-Cov-2, virus que, al parecer, se escapó de un laboratorio militar chino, originando el desastre de la región de Wuhan, que las autoridades comunistas del gigante chino han “solucionado” confinando, pero de verdad, a una población superior a la de todo el Estado español, dentro de cuya solución, también es bueno recordar, que la práctica totalidad de médicos del hospital donde se detectó la pandemia, han muerto, el primero el médico que denunció el hecho.
Cuando se vio lo que pasaba en China, a nadie, ni en la OMS ni en la Unión Europea, ni en España, ni que decir tiene que tampoco en Cataluña, se le ocurrió pedir explicaciones al Estado chino sobre el origen de la pandemia y sobre las posibilidades de que ésta se extendiera por todo el mundo como, por desgracia, ha sucedido. Lo que hacemos ahora, agradecidos, es pedir ayuda a Pekín que generosamente administra, en forma de aviones con material sanitario diverso, mascarillas, geles sanitarios, respiradores, etc., y, en algunas ocasiones, la dadivosidad del gigante asiático viene de la mano de empresarios españoles que la pagan o de favores que pide el propio Jefe del Estado, Don Felipe de
Borbón, al parecer, ya repuesto del disgusto que debió sufrir al tener que “cesar” a su padre y privarle de la dotación presupuestaria de la Casa Real por sus líos de dineros opacos en el extranjero de dudosa procedencia.
Si patético es el modo en que se ha generado el gravísimo problema sanitario en España y en Cataluña, no lo es menos la forma en que las Autoridades vienen actuando para “contenerlo” tirando de un Estado de Alarma que supone una derogación de varios de los Derechos fundamentales de los ciudadanos españoles, de buena parte de las competencias exclusivas de Cataluña, concretamente todas las que tenía en materia de Sanidad y de Policía, situación que nos convierte, a todos los ciudadanos, en presuntos desobedientes a los que, amén de habernos situado en una posición de grave inseguridad de nuestra vida y salud, nos pueden detener, pedir explicaciones, e imponer sanciones de hasta 600.000 euros e, incluso, penas de privación de libertad por delito de desobediencia, todo ello unido a una nauseabunda campaña de desinformación, no sé por quién diseñada, en la que vale todo y todo se justifica, incluso que nuestros ancianos no puedan ser enterrados en presencia de sus familiares y sus cadáveres no puedan ser enterrados, teniendo que depositarlos en pabellones de hielo.
Pero todo tiene un lado bueno, esta situación infecta, nunca mejor dicho, te devuelve un poco a la desnudez de cuando vienes al mundo, te sientes otra vez como un niño, sin experiencia, desprotegido, al albur de los elementos, te ves obligado a recapacitar, también tienes mucho tiempo para ello y acabas redescubriendo la importancia de cosas elementales que la vida, competitiva, que todos llevamos en esta sociedad del desenfreno, nos había hecho olvidar, las relaciones con nuestros familiares, la vida doméstica, la lectura, incluso la soledad, en la que venimos al mundo y en la que estamos siempre cuando lo abandonamos.
Seguiremos.