Silencio

Joan Riedweg

Silencio, mucho silencio. Hacía tiempo que no oía el cantar de los pájaros, noto que son felices: gorriones, palomas, golondrinas, cotorras… Todos revoloteando por la ciudad. La naturaleza invade la urbe gracias a la buena acción que estamos haciendo la humanidad confinándonos en casa para concederle una tregua, y así se recupere el medio ambiente, los animales nos lo agradecerán. ¿No será que ha sido ella, la biósfera, la que con un aviso viral nos está alertando que nos estamos destruyendo? De vez en cuando, entre tanto silencio, pasa un coche, un solo coche rompe el espectáculo sonoro con su estruendoso ruido. Al alejarse, vuelve el silencio; de repente me viene a la memoria el ruido a qué teníamos acostumbrados nuestros oídos y me pregunto, cómo éramos capaces de vivir con ese estruendoso caos sonoro. Llevamos quince días de aislamiento y todavía me silban los tímpanos. Silencio, un loro emite su desagradable sonido gutural rompiendo de nuevo la paz, un perro ladra, y otro, y otro más… Todos ladran sin parar. Vivo en una escalera donde hay más animales que personas y claro, con tanto jolgorio doméstico, se despierta el bebé del vecino de arriba que se suma a la fiesta emitiendo un llanto desesperado. Se acabó el silencio y la tranquilidad de casa, tanto, que las paredes se vuelven transparentes. — ¡Cállate! —el estruendoso vozarrón del vecino de al lado nos alerta de su sombría rutina— Qué te he dicho que te calles coño. Sit, sit, siiit… Unos golpes provocan ladridos desesperados sumados a unos aullidos con corredizas, tengo palpitaciones; “no por favor, otra vez no”. — Joder, te he dicho sit. ¡Siéntate de una puta vez! —El vecino intentado domesticar, más bien diría “domar” a su perro. —Oye, ¿qué haces? —esta vez es su mujer que sale a la defensa de su mascota— Mira, cómo se te ocurra volver a poner tus manos sobre el perro te juro que te denuncio. ¿Lo tienes claro? Silencio. Esta vez es un silencio intrigante. Un portazo y unos pasos rápidos bajando la escalera vuelven a romper la calma. El bebé ya no llora, debe estar amamantando, regresa la paz. Silencio. Pienso mientras los pajaritos invaden de nuevo la armonía y me viene una duda: si te separas de tu pareja en estos días de confinamiento… ¿A dónde vas?

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