Sabios adolescentes, confinados
Beth de Nadal
A ella el confinamiento y la vida antes del Coronavid-19, la han pillado sola con sus dos hijos adolescentes. Y no hay ni drama ni perfección. No hay grandes peleas, ni tampoco juegos de mesa agendas los lunes miércoles y viernes a las 6PM, ni momento-cocinitas juntos los domingos. Se ha instaurado un respeto mutuo, natural y espontáneo por los espacios en su hogar. En sus habitaciones, cuando entra alguien, es el aire, y solo un rato, para ventilar. Los colegios, en su obsesión por no ‘perder el curso’ les atiborran de contenidos fabricados cada día. A veces la sorprenden con un ‘¿como estás?’ para que el que (ojo) esperan respuesta y la escuchan. Incluso con quince minutos (o quizás son sólo diez) de conversación sobre su vida profesional. Un regalo que ella aprecia, agradece y disfruta.
Observa sus cejas alzadas cuando la ven cocinar gustosamente dos veces al día. Y de reojo se ríe de su asombro cuando la pillan en su momento de yoga. Transitan a ritmo acelerado, pero con sigilo, por el pasillo cuando limpia armarios afanosamente - ‘Això és fer dissabte a traició’-, le dicen si les reclama. No habían experimentado esa hiperactividad en su madre, que tiene por costumbre estar tranquila en casa cuando regresa del trabajo … esto era antes del confinamiento.
Y le agradecen las nuevas propuestas culinarias y que sea martes y haya fideuá… para cenar. Y el espacio que les da; y que les deje bastante en paz con sus pantallas (¡oh pecado!). Porque ellos intuyen y sienten. Y con el ritmo justo y bonito que dan ese amor e intuición, levantan la cabeza y proponen un hacer remigio o un ‘mentider’. O incluso un ‘-Enséñame en qué estás trabajando’-. Y ese es su premio por dejarles hacer. Que ya está el entorno fuera para que ‘no pierdan el curso’ ‘no pierdan el tiempo’… No pierdan… ¿qué?.
Sabios adolescentes. Qué bueno es en familia dejar hacer.