Anécdota divertida 3

Joan Crosas

Decidí no poner título a cada uno de mis relatos para no desvelar al lector el final de la historia, cuando se produce el momento divertido y opté por un título genérico numerado, como César, para crear expectativa si alguien me seguía.

Si las hubiese titulado, quizás la primera sería LA GRAN CAGADA y la segunda A DOS VELAS, por eso de la “espelma” y porque a dos velas: sin recursos y con los bolsillos vacíos, es como nos va dejar a tantos esta maldita crisis.

A la siguiente historia, de titularla, le pondría: LOS COJONES DE FELLINI o REIVINDICACIÓN DE COJONES.

Veréis:

Estábamos, ayer por la tarde, reunidos frente al ordenador toda la familia como los consejos de ministros o las reuniones de presidentes autonómicos. Era nuestra segunda vez. La primera nos habíamos juntado unos pocos, pero en esta ocasión estábamos todos, incluso hijos, o sobrinos, y parejas de los hijos, los que están casados. Había doce o catorce pantallas abiertas, alguno solo, otros en pareja y algunos con los hijos menores. Después de los saludos iniciales, nos contábamos por turnos lo que estamos haciendo estos días.

Mónica, neuróloga, nos explicaba que a partir de mañana la iban a poner con el Covid, cuando Terry, nuestro perro, se subió al regazo de mi mujer y apareció en pantalla. Entonces les tocó el turno a las mascotas: Mónica fue a por su gato Silver y Inés, Imma y Bernat llamaron a sus perros Cuca, West y Neo, respectivamente. Aquello fue una fiesta. Saludamos a todas las mascotas con gran regocijo mientras Pol, nuestro hijo, buscaba sin éxito a Fellini, que estaría escondido por algún rincón de la casa.

Después de este feliz momento reanudamos la conversación y de pronto, Fellini, saltó con agilidad sobre el escritorio donde apoyábamos el ordenador y con su andar felino, sigiloso y delicado, fue paseando por la mesa hasta ponerse encima del ordenador, delante de la cámara. Entonces se giró hacia nosotros mostrando, en primer plano, sus cojoncitos tan blancos, redonditos y peluditos, a todos los participantes de la reunión.

O nos mostraba a todos, dándonos la espalda, su autosuficiencia, su indiferencia y su independencia o reivindicaba (con eso me quedé yo) sus cojoncitos ahora que, cumplidos los seis meses, está a punto de perderlos cuando lo castremos.

Este relato lo acompaño de una foto que podéis ver a continuación. En el momento del paseo de Fellini por delante de la cámara no acerté en hacer ninguna. He estado intentando fotografiarle los cojones pero en seguida he visto que a Fellini no le hacía ninguna gracia por lo que lo he dejado en paz. Os mando una foto preciosa que le hizo Pol en la escalera en una de sus escapadas, así le empezáis a conocer pues será protagonista de varias historias futuras.

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