Anécdota divertida 6
Joan Crosas
Después de varios relatos ha llegado la hora de las presentaciones. Si alguien ha seguido mis historias, a estas alturas ya habrá echado cuentas y sabrá que en casa estamos confinadas seis “personas”: Sonsoles, mi mujer, nuestro hijo Pol, Lilia, Terry, Fellini, el pequeño de la casa y el que escribe. Por lo tanto, cuatro personas humanas, una persona canina y otra felina.
Pensará el lector que me excedo calificando de personas a mis mascotas, pero si bien es cierto que no son “individuos de la especie humana”, son, eso sí, auténticos personajes y, estos días, personajes protagonistas de nuestra vida diaria.
En mi vida normal, la vida antes del confinamiento, no estoy mucho por casa. Mi trabajo me ocupa muchas horas por lo que en estos días de encierro convivo más que nunca con perro y gato, de hecho, mucho más que con mi esposa y mi hijo que, ellos sí, pueden trabajar desde casa y pasan toda la jornada en el estudio en el otro extremo de la casa.
Terry y Fellini ocupan muchas horas durmiendo, esto es cierto, pero de vez en cuando empiezan a perseguirse uno al otro corriendo como locos y acaban enzarzados en una pelea-juego de lo más divertida. Terry es un Bodeguero Andaluz, de aquí su nombre: Terry, por el Centenario. Nos lo mandaron por MRW desde Morón de la Frontera cuando tenía dos meses y medio. Cuando fuimos a recogerlo en las oficinas de la calle Bailén a primera hora de la mañana, la chica de la recepción ya se había enamorado de él. Era una monada, como ya imaginaréis los que tenéis perro y lo habéis tenido desde bebé. Como buen perro cazador - los bodegueros son cazadores de ratas, ratoneros - era muy inquieto. No fue fácil educarle, pero nos empleamos a fondo, llegó incluso a ir a la “universidad” (curso de Agility) y ahora es un perro de lo más obediente. Vaya si lo es, es el listo del barrio. Va a todas partes sin atar, nos espera en los semáforos, se queda sentadito en la puerta de los comercios cuando entramos a hacer alguna compra, le encanta ir en moto - tanto en la vespa de Sonsoles como en mi Suzuki, se sienta bajo nuestras piernas y saca la cabecita para sentir la velocidad - y cuando le saco a pasear en bicicleta, yo voy por el carril bici y él va corriendo por la acera a mi lado. Lo dicho, es un personaje.
Nos salió tan bueno el perro que, hace unos meses, decidimos adoptar un gato. Nos motivaba el reto de conseguir que se entendieran, que fueran como hermanos y, quizás demasiado optimistas por lo bien que lo habíamos hecho con Terry, nos lanzamos de cabeza a la adopción. En cuanto vimos su foto, buscando por internet, nos robó el corazón: era una monada, cómo no, y su pelo blanco con manchitas negras le asemejaban tanto a Terry que no tuvimos ninguna duda. Fellini es de Maquefa, algo más cerca que Morón y, suponemos, será hijo de alguna gata callejera de la localidad. Esto no le quita prestancia. Tiene un andar de lo más altivo y una elegancia digna del mejor pedigrí.
Las primeras tres semanas no fueron fáciles. Terry, en todo momento pendiente del intruso, no dejaba de acosarlo. Se lo quería comer, el muy bruto. Fueron tres semanas de abrir y cerrar puertas, aislándolos uno del otro, para que no llegara la sangre al río. Pero eso, fueron tan solo tres semanas. En cuanto los creímos preparados, los dejamos a su bola y allí empezó su idilio. Ahora son como hermanos. Cada uno hace su vida, se respetan y de vez en cuando se lían a jugar juntos de las formas más graciosas.
Esta mañana, nos ha despertado un revoloteo en el pasillo de casa. Hemos saltado de la cama y nos hemos encontrado una escena increíble. Fellini corría a toda velocidad sobre sí mismo, enroscado, cambiando de dirección una y otra vez como un loco y Terry, a su lado, iba dando saltitos y corriendo de aquí para allá intentando intervenir.
Resulta que, a Fellini, al hacer sus necesidades (por fin entramos en mi tema favorito), le salió un cordelito que se habría tragado y, en ese momento, le sobresalía un palmo del ano e intentaba cogérselo, sin ni siquiera acercarse, persiguiéndose a sí mismo. Terry, atónito, daba saltos y corría alrededor suyo ladrando e intentando ayudarle o, al menos participar, en ese juego tan divertido.
Suerte que estos días tenemos guantes de látex a mano y, aunque no ha sido fácil, finalmente hemos podido cazar a Fellini y solucionar su problema.