HISTORIAS DE LA CONFINACIÓN DÍA 15+4

César Farrés

Vivía en Gallocanta un municipio de la província de Zaragoza. Leonardo es técnico ambiental en Los Agüanares, espacio natural considerado como el mayor humedal salino de la Península Ibérica y el mejor conservado de la Europa Occidental, un maravilloso observatorio de todo tipo de aves. Es un lugar tranquilo, estratégicamente situado en la ruta migratoria de las grullas. 

Aprovechando el confinamiento, se instaló temporalmente en el observatorio, dejando a su mujer Paloma (no la de la Paz), en Gallocanta.

Adecentó el almacén, una nave de 600 metros cuadrados que utiliza también como taller.

Ya tenía lista la estructura.

Detalles insignificantes acabarían de completar el prototipo que durante tanto tiempo fue el objetivo de su existencia. 

Era su último día como observador de aves. No iba ha perder la ocasión.

Cogió la pick-up, cargó el artilugio desmontándolo a piezas y fue al lugar donde llegó a contabilizar en un solo día el paso de 114.000 aves. Era un pequeño montículo con un cortado de unos 30 metros. Abajo la espléndida laguna, punto de reunión de los tan admirados por Leonardo, animales voladores.

Después de 15 años día tras día observando a todo tipo de aves, sabía perfectamente que esa tarde las especies migratorias tenían que pasar por Los Agüanares sí o sí.

Comprobó de nuevo el funcionamiento del prototipo por enésima vez. Tensado de cables, revisión de las soldaduras, repaso de la tornillería, comprobación del “kevlar”, rotación de las poleas… 

TODO CORRECTO.

Eran las 7, se empezaba a vislumbrar la jauría voladora. Rápidamente enfundándose un neopreno se vistió para la ocasión. Calzado de seguridad, gafas antiguas de motociclismo, casco tipo media luna, guantes largos de esquí alpino y encima un cortavientos que aún lo protegería mas si cabe.

Efectivamente a las 7.28 el máximo esplendor. Un ruido ensordecedor parecía rendir homenaje a los infatigables sanitarios. Miles de aves tapando la poca luz existente, oscurecieron mas la caída de la tarde.

Leonardo se acercó al borde del cortado. Colocándose las correas de seguridad, comprobando visualmente todos y cada uno de los mecanismos existentes, se lanzó al vacío incorporándose al grueso del grupo. En pocos minutos desapareció, iba a ser un largo, nuevo y seguro que gratificante viaje. 

DEJÓ A PALOMA Y SE FUE CON LAS GRULLAS.

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