KERKAPORTA
Quique Sentís
He releído, durante estos días en los que seguimos “confitados” algunos capítulos del brillante libro “Momentos estelares de la Humanidad” de Stefan Zweig. La precisión de su escritura, el modo en que relata los acontecimientos históricos que consigue mantener la curiosidad y la atención del lector y la descripción psicológica de los personajes es insuperable.
Sin duda uno de los mejores es el dedicado a la Conquista de Bizancio (Constantinopla), la actual Estambul, por el ejército otomano.
El 5 de abril de 1453 (hoy hace 567 años), Mehmet el sultán turco que entonces apenas contaba con 23 años se plantó con un enorme ejército frente a las murallas de Bizancio. Lo que ocurrió desde esa fecha hasta la conquista de la ciudad casi 2 meses después es extraordinario y se debió en gran parte a la ambición, osadía, habilidad, inteligencia y maldad que poseía el sultán, pero también al azar.
La ciudad de Constantinopla, hasta ese momento era inexpugnable por estar protegida por una muralla de 7 km (la Muralla de Teodosio), con fosos y múltiples torres y en el mar, en el Cuerno de Oro, por la famosa cadena que cerraba el paso a los barcos que entraban al puerto de la urbe. Constantinopla era, sin duda, la ciudad más protegida de Europa.
¿Cómo fue posible, entonces, que Constantinopla fuera conquistada?
Por el mar, mediante el transporte montaña arriba de toda una flota, colocando rodillos a cada uno de los barcos que, a modo de patines, fueron transportados por tierra tirados por bueyes. Así consiguieron desembarcar dentro del Cuerno de Oro y burlar la enorme cadena que protegía el puerto.
Por tierra, el feroz y enorme ejercito otomano, a pesar de ser muy numeroso y poseer unos cañones de grandes proporciones solo fue posible por un error fortuito de los soldados de Bizancio: en el fragor de la que sería la última batalla se dejaron abierta una pequeña puerta, llamada Kerkaporta por donde circulaban los peatones en tiempos de paz. Al percatarse algunos soldados otomanos de su apertura entraron en la ciudad y arrastrando al resto de soldados de su ejército consiguieron conquistar Constantinopla.
Algunas reflexiones que hace SZ en su relato me han hecho pensar en los acontecimientos que estamos viviendo casi 500 años después:
-Un día antes de la conquista de la ciudad, el emperador Constantino preside una gran misa en la magnífica Catedral de Santa Sofía (después Mezquita) a la que asisten la mayoría de los 8 mil habitantes, ortodoxos y católicos juntos. SZ dice:” La última misa del Imperio Romano oriental…siempre en la más extrema necesidad es la que consigue crear el espectáculo de la unidad en la tierra”.
-Bizancio amenazada por el ejército Otomano solicita ayuda a Roma, Venecia, Génova, pero no reciben respuesta. SZ dice:” Una y otra vez se repiten en la Historia estos momentos trágicos en los que, cuando sería necesario que la
máxima centralización de todas las fuerzas unidas protegiese la cultura europea, los príncipes y los Estados nos son capaces de reprimir ni por un momento, sus rivalidades”.
Y, por último, al referirse al error de los soldados de Bizancio al dejarse la puerta peatonal abierta dice:” Un pequeñísimo azar, KERKAPORTA, la puerta olvidada ha decidido la historia del mundo”.