EFECTOS DEL CONFINAMIENTo
Carlos pereira
Reconozco los conflictos de convivencia a los que nos está enfrentando el virus pero también valoro la magia de reencontrarse con la pareja y redescubrir tiernas complicidades conyugales, hábitos olvidados.
Fui al lavabo y al abrir el monomando recordé la costumbre de Ana de lavarse las manos con agua caliente. Pensé en lo ridículo del hábito: uno acaba lavándose las manos con agua fría ya que no da a tiempo a que llegue el agua caliente.
Admito mis obsesiones, a veces exageradas, pero también mi temperamento diplomático y voluntad conciliadora.
Primer día:
- “Amor, cómo tarda el agua caliente hasta el lavabo, es lo mismo que lavarse con agua fría”
- NS/NC
Segundo día:
- “Cariño, cómo cambia el tiempo, has notado que el agua fría ya sale tibia; qué delicia?”
- (Qué le pasa a este?!)
Tercer día:
- “Ana, no tiene sentido el monomando a la izquierda, el agua siempre te llegará fría”
- (Pobre; senilidad, Alzheimer?)
Perdón, sólo fue la primera semana.
Sólo escribo para expresar mi arrepentimiento cuando leáis la noticia de La Vanguardia, página 17 (Sucesos): “Mató a su esposa por lavarse las manos con agua caliente”.
La culpa es del virus.