La ducha
Alfredo Vazquez
La ducha En los primeros días del confinamiento, mi hijo tuvo que hacer una presentación de sus trabajos de diseño del segundo trimestre. Nos vació el salón de muebles para montar su stand. Los objetos de referencia que estaba obligado a diseñar: una silla de cartón, un espacio construido con láminas de papel, su libreta de apuntes, una historia interactiva y grafismo en varios carteles, los hizo posar en el interior de una ducha que montó colgada del ventilador del salón. Una vez allí hizo las fotografías para su presentación gráfica.
Mi hijo me explicaba:
- He elegido la ducha como espacio para presentar mis trabajos porque es un espacio personal, es mi lluvia, es donde me relajo, me despejo y pienso, donde todo fluye y aparecen las ideas. He elegido la ducha como el espacio íntimo para presentar mis ideas. Me encanto el planteamiento y le aplaudí. Todos estos días de confinamiento bajo la ducha pienso en la idea de mi hijo, en lo importante de ese espacio, elegir la temperatura y la presión del agua, estar desnudos, sin mensajes ni llamadas, sin ordenador, sin nadie que nos moleste, masajear nuestro cuerpo con la disculpa de una buena enjabonada y sin restricciones, aflojar nuestro cuello bajo el chorro de agua, relajar la tensión de un deseo, estirar y arquear nuestra espalda construyendo una catarata de placer, y mientras dejar fluir nuestra cabeza en un rostro, un pensamiento, una lista por hacer, un melodía… y ya cuando sientes que el agua es parte de ti, que estarías ahí toda una vida… toca salir.
Sí, la ducha, tu ducha, es el lugar más íntimo y libre de virus de este confinamiento.