Anécdota divertida 9

Joan Crosas

Esta historia, como la anterior, no tendrá nada de divertida, -me disculparéis-, tampoco será escatológica ni hablaré de mis mascotas -se lo aseguro-. Trataré de algo que, al igual que los chats, ha cambiado su dimensión estos días de aislamiento social.

Me refiero a los balcones y ventanas. El título que creo más idóneo, sería BALCONES.

Desde que estamos encerrados en nuestros hogares el único contacto con el exterior real, el que se puede sentir, oler o respirar, son nuestras ventanas o balcones. Estos han pasado a ser mucho más que una postal inmóvil, unas vistas al exterior más o menos bonitas según cada caso. Ahora han cogido su dimensión más amplia convirtiéndose en nuestra ventana al mundo real, ese mundo que, ahora, tan solo vemos a través de la televisión o las redes sociales.

Podemos ver a gente tomando el sol, leyendo, hablando por teléfono (a estos podemos, no solo verlos, incluso podemos oírlos con el silencio que hay en la ciudad). Vemos u oímos a niños jugando o a vecinos saludándose de un balcón a otro. En las noticias o en los chats, hemos visto a gente cantando desde ellos para toda la vecindad, gente lanzando, a través de pancartas, todo tipo de mensajes y hasta a ciudades enteras cantando y bailando al unísono la misma canción, como es el caso de Manresa que, a través de todas sus emisoras de radio locales, puso una canción para que todos los vecinos la cantaran y bailaran a la vez.

Los balcones y ventanas se han convertido en nuestro punto de escape.

A dos manzanas de casa, en el chaflán de Caspe con Bailen, no sé si seguirán, pero al menos en tres ocasiones durante mi paseo diario, fui testimonio de lo que ocurre allí. Hay un vecino que pone música a todo volumen desde su balcón y los demás salen a los suyos a bailar y a animarse unos a otros. Incluso los pocos transeúntes que hay estos días por la calle, se unen a la fiesta.

Y no puedo cerrar este relato, sin mencionar la apoteosis de balcones y ventanas. Las ocho de la tarde. Cuando salimos a aplaudir y ovacionar a los auténticos protagonistas de esta tragedia, a los que por mucho aplauso que reciban, jamás agradeceremos, en su justa medida, el esfuerzo que están haciendo.

thumbnail_Foto anecdota 9.jpg