Anécdota divertida 10

Joan Crosas

Para cerrar esta “trilogía” de cosas que han cambiado su dimensión pasando a ser protagonistas de nuestra vida actual, quiero referirme a algo que, si bien tan solo disfrutamos una amplia minoría, también ha cambiado, al menos desde mi punto de vista, cogiendo otra dimensión mucho más positiva.

Hablaré de los paseos que, los que tenemos perro, podemos hacer por la ciudad. Así, el título adecuado de esta tercera entrega sería: PASEOS.

Los que tenemos la suerte de tener perro, como todos sabréis, mantenemos la posibilidad de movernos estos días por una ciudad diferente donde todo ha cambiado. En primer lugar, paseamos sin el estrés que producen lo coches, autobuses, motos o bicicletas. Disfrutamos del silencio o al menos de otros sonidos distintos como el de nuestros propios pasos o el de los pájaros cantando.

La ciudad se ha convertido en un pueblo pequeño donde te saludas con los pocos vecinos con los que te cruzas intercambiando cuatro palabras, donde entras a saludar a los que mantienen sus comercios abiertos. Donde preguntas a todo el mundo, o te preguntan a ti, ¿cómo estás?, donde parece que, por fin, nos interesa como les va los demás.

Siempre me han relajado muchísimo los paseos diarios con Terry, pero estos días, son infinitamente mejores. Ando lentamente, no tengo ninguna prisa, por una ciudad vacía y pienso. Pienso mucho. La mayoría de mis historias las he escrito en mi mente mientras paseaba por la calle antes de redactarlas en el ordenador.

Hago el mismo recorrido de siempre, algo más corto que antes puesto que no doy la vuelta por los jardines de la Ciutadella que estos días están cerrados, pero llego hasta su puerta e inspiro varias veces, para impregnarme de su fragancia, antes de volver, por Arco de Triunfo, a mi casa.

thumbnail_Foto anecdota 10.jpg