Anécdota divertida 13
Joan Crosas
Me he referido en varias de mis historias a las ocho de la tarde, incluso tengo en mente una historia sobre este momento, pero hoy me gustaría escribir sobre otra hora del día: las ocho y cinco de la tarde.
Empecé aplaudiendo en las ventanas que dan a la calle, pero pronto me di cuenta que en el interior de manzana (vivo en el ensanche) la ovación era mucho más fuerte, se reunían allí muchos más vecinos. Así que ya hace tiempo que aplaudo en la galería de cara al patio de vecinos.
Cuando acaba la ovación de las ocho empezamos una conversación unos cuantos vecinos. Elisenda, la vecina de al lado, nos comentaba la dificultad que tenía en seguir escribiendo una novela de ficción que había empezado antes del confinamiento, escribiría sobre cualquier cosa, decía, pero no conseguía meterse en un trabajo iniciado antes del aislamiento. Ha cambiado todo tanto. Gerard, que vive en otra calle, pero nuestras ventanas apenas distan diez metros, comentaba que esto es una gran lección que poco a poco había que ir interiorizando y sacando conclusiones.
Una vecina del otro lado había colgado una pancarta diciendo que era su cumpleaños y acabada la ovación oficial, todos los vecinos la hemos aplaudido y felicitado a gritos.
Relatos atrás, escribí sobre tres cosas cercanas y cotidianas que, a mi entender, habían cambiado su dimensión: los chats, las ventanas o balcones y los paseos. Quizá debería añadir el patio de vecinos que, como decía Elisenda antes de despedirnos hasta mañana a las ocho, veremos con nuevos ojos cuando esto acabe.