Buenos tiempos para la lírica

Alfredo Vazquez

- Ustedes dos. fuera de clase! al pasillo!.

Y allí nos fuimos los dos, él con irreverente arrogancia, yo comiéndome mis ganas de hablar y mi carácter contestatario y preguntón.

No era normal que estuviéramos los dos juntos y en la primera fila de la clase.  En aquella época los apellidos marcaban tu posición en el aula. Pero Rufo Pérez, histórico profesor de matemáticas, uno más de un nutrido grupo de profesores intelectuales de izquierdas del instituto Santa Irene de Vigo, nos había puesto juntos y en primera fila harto de echarnos de la clase, a él por descarado y a mí por charlatán. Corría el curso de primero de BUP 1979-80.

Nos había vuelto a expulsar, porque mi compañero, German Coppini, me enseñaba en un trozo de papel unos versos que había compuesto.

Coppini, con 2 años más que el resto de la clase, todavía niñatos de 14-15 años, parecía el capo. Era ya un hombretón con voz grave y poderosa, y tenía  un curriculum estudiantil complicado. Personaje poco social. Yo recuerdo tener cierta sintonía con él, pero enseguida me alejé porque no me gustaba el trato, quizás consentido, que tenía con un chaval de nuestro curso, rubio, guapo, de rizos, de cara jovial y tono femenino. Coppini  no tardó muchos meses en desaparecer del instituto, y no volví a saber más de él hasta que apareció en la movida de Vigo primero en Siniestro total y luego formando el grupo musical de Golpes Bajos. Supongo que algunos de aquellos versos que componía en trozos de papel fueron el entreno de sus letras que muchos de nuestra generación tenemos en la médula.  Sí, aquel alumno imposible al que expulsaban de la clase más veces que a mí, acabaría imponiendo frases a toda una generación.

Una de esas melodías llevaba una letra que me ha venido a la mente estos días. Cuando la escribió, a Vigo se le echaba encima la reconversión de los Astilleros, los problemas en la fábrica de citroen y el cierre de caladeros de pesca… y en ese entorno aparece esa frase de Coppini cuya melodía musical convierte en verso: “Malos tiempos para la lírica.”

Con el confinamiento:  Han llegado aplausos pactados, conciertos en patios interiores, en las redes: escritos y poemas, conciertos de figuras destacadas, grupos que emergen desde terrazas o habitaciones... poesía.

Hemos tenido tiempo para leer libros pendientes, volver a pintar, a dibujar, a escribir diarios de confinamiento, cartas a enfermos que no se pueden visitar, WhatsApp con mimo, a filosofar…  son días para La lírica, para la expresión artística en la búsqueda de  transmitir sentimientos, emociones, sensaciones... La lirica se ha apoderado de nosotros como consumidores y como creadores.

Buenos tiempos para la lírica… pero ¿y luego?… cuando salgamos… ¿lo recordaremos?. Estaremos dispuestos a retomar el pulso del mundo acompañados de la Lírica.

Esta tarde poco antes de empezar a escribir esta historia reveía la película Espartaco de Stanley Kubrick, filmada antes de que yo naciera. En uno de esos diálogos épicos que llenan la película, Espartaco (Kird Douglas) le pregunta  a Antonino (Toni Curtis) uno de los esclavos liberados preparados para luchar:

- Y tu, ¿qué sabes hacer?

- Yo soy poeta, pero quiero luchar

- Recita algun poema

Antonino recita un bello poema, que habla de la belleza de la libertad, y Espartaco le dice:

- No, tu no llevarás espada, tú serás poeta. Luchar puede hacerlo cualquiera, pero solo los poetas pueden hacer creer a la gente las bellezas que cantan.

Hagamos lo posible para que cuando retomemos el pulso del planeta y de casualidad oigamos la canción de Coppini, “Malos tiempos para la Lírica”, pensemos que forma parte del pasado. 

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