Reencuentro

Quique Sentís

En el verano de 1979 con Neus, mi pareja de entonces, pasamos dos semanas en casa de unos amigos, Andrés y Miriam, en Mecina- Fondales uno de los pueblos de la Alpujarra granadina.

El pueblo, como casi todos los que se encuentran en la falda de Sierra Nevada, en verano presenta una vegetación exuberante y sus árboles (castaños, encinas, almendros, ...) muestran, en esta estación del año, todo su esplendor. Sus encaladas casas con forma cúbica, que revelan su origen morisco, serpentean por calles empinadas llenas de geranios en sus ventanas y paredes y con cobertizos en lo alto de sus puertas que, con su sombra, las protegen del sol estival.

Mi recuerdo de esos días es de una estancia muy placida y tranquila, con baños en el rio, paseos vespertinos y cenas frescas y templadas en la terraza de la casa. Allí, en una de las sobremesas nocturnas vi por primera vez, en blanco y negro “Niagara” la maravillosa película dirigida por Henry Hathaway y protagonizada Marilyn Monroe y Joseph Cotten.

Como lectura de viaje para esos días, no recuerdo recomendado por quién, me lleve el libro del hispanista Gerald Brenan “Memoria personal” en el que narra su viaje a pie en 1920, después de luchar como soldado británico en la primera Guerra Mundial, por La Alpujarra y su decisión de quedarse a vivir en Yegen (uno de los pueblos de la región).

Poco después de instalarnos en la casa nos enteramos de que no muy lejos de la nuestra vivía “Don Geraldo” (así le llamaban a Gerald Brenan en Andalucía) con una sobrina suya que acaba de tener un hijo. Al poco tiempo de enterarnos de quien era nuestro vecino decidimos acercarnos a la casa y no recuerdo si ese mismo día o el siguiente nos invitaron a tomar el té. Tuvimos una conversación muy agradable y amena con él mientras su sobrina, con aspecto nórdico por su pelo rubio y ojos claros, se ocupaba del bebé que estaba en una cuna en la misma sala donde nos reunimos.

Durante el tiempo que pasamos allí, como era de esperar por la simpatía de sus habitantes y por tratarse de un pequeño pueblo, tuvimos contacto con varias personas. Uno de ellos fue Pedro, un

granadino que había emigrado a Alemania que con sus ahorros se había construido una casa al otro lado del río. Una tarde, orgulloso y feliz Pedro nos enseñó su hogar.

En 1995, más de quince años después, regresé a La Alpujarra con Stella, nuestra hija Lucía y unos grandes amigos nuestros Jesús y Milagros y sus hijos Elia y Román. Pasamos una noche en un hotel rural de Capileira uno de los pueblos más grandes y bonitos de la región. No me costó mucho convencer a nuestros amigos en ir a Mecina -Fondales porque conocían por mí que años atrás había pasado un verano allí.

Poco después de aparcar nuestros coches nos dirigimos hacía lo alto de un pequeño escarpado, que estaba protegido por un muro no muy alto, desde donde se divisaba el pueblo. En un momento dado, mientras observamos las blancas y encaladas casas vi pasar, andando sin demasiadas prisas, a la sobrina de Don Geraldo. Poco después se acercó un hombre, anciano pero vigoroso con el que entable conversación. Le mencioné mi estancia en el pueblo años atrás y le hablé de que había estado en una casa al otro lado del rio que pertenecía a un hombre, cuyo nombre no recordaba, que trabajó en Alemania……. Y él me respondió: “ESA CASA ES LA MIA Y EL HOMBRE SOY YO”.

Captura de pantalla 2020-04-13 a las 21.22.33.png