Anécdota divertida 18

Joan Crosas

Ayer hablaba de los valores que, con todo esto, van a cambiar o que estaría bien que cambiasen. Que valorásemos a los profesionales que hacen tanto por nosotros y cosas tan humanas como la cooperación, la solidaridad o la empatía, que en estos momentos estamos desarrollando tanto, vayan al alza, mientras bajen la soberbia (de algunos gobernantes), el odio hacia el otro, la envidia, la codicia y tantos otros defectos que tiene el ser humano.

En estos días de confinamiento echamos en falta, a parte del aire libre y de estirar las piernas, por supuesto, la vida social auténtica, eso tan humano también. Yo encuentro a faltar el abrazo de un amigo o amiga, la conversación tranquila frente a un café, las cenas de amigos con largas sobremesas en las que hablamos cuatro a la vez y por qué no, las fiestecillas donde acabamos todos bailando.

Esta mañana, cuando he salido a por la compra, me he encontrado con Pepa, amiga, vecina y psicóloga, con la que hemos estado hablando detrás de nuestras mascarillas, una buena media hora (no sé si nos hemos excedido). Los dos necesitábamos hablar. Hemos comentado justamente esto, que somos seres sociales, lo somos desde que el homo sapiens se distinguió de otros homos. Quizá fue justamente esto lo que le distinguió.

Me ha recomendado un libro de un amigo suyo: La herencia emocional, que ya tengo comprado en mi e-book esperando a que termine lo que estoy leyendo. Tan solo he leído el prólogo, pero me doy cuenta de que esta experiencia hará mella en nuestras emociones, nuestros sentimientos y en los de nuestros hijos y nuestros nietos. Esperemos que para bien.