Clandestinidad
Poldo Pomés
Ayer salí a comprar al mercado. Pero no al que acostumbro a ir, que está a tres manzanas de mi casa, el Ninot, sino al de otro barrio para poder caminar más. Unos 5 km ida y vuelta. Genial! Al entrar tuve una sensación extraña, como si hubiera viajado a otra ciudad. Todo era diferente, todo parecía mejor, las “paradas”, los vendedores, los productos… Llegué a casa contento, orgulloso e incluso me sentí valiente de haber hecho esta “gran hazaña”. Por la tarde me telefoneó un amigo para invitarme el domingo a un pica pica en la terraza de otro amigo con unos cuantos más. Le contesto que si están locos, jajaja, que fuerte, jajaja, que guiar, jajaja, que clandestino, jajaja, como en la ley seca, jajaja… Y quedo en que ya le diría algo. Al colgar me quedé pensando sobre el asunto… Creo que no tiene nada que ver con las reuniones clandestinas de la ley seca que, a parte de saltarte la ley, lo único que podías perjudicar era tu salud, solo la tuya. El alcohol no se propaga, el virus sí. Y, después de este pensamiento “responsable” me pregunté si estaba bien que hubiera ido al mercado del otro barrio.