El sabor de la sal

MARÍA GONZÁLEZ ROMERO

Cerraba los ojos 
Y dos impulsos tironeaban en direcciones opuestas
Podía bracear con todas sus fuerzas
Notando el latido en sus sienes
Y sus brazos calientes y agotados
O podía flotar y enfriar su cuerpo
Y percibir la ausencia del peso 
Y el cosquilleo de su melena suspendida rodeando la cabeza
Podía empujar las olas hacia abajo 
O podía dejarse mecer por ellas
Podía resoplar  y gritarles con fuerza
O podía mimetizarse y ondulear silenciosa 
Rebelarse o pertenecer
Materia o agua
Resistir o soltar
Remolino o calma
Pelear o aceptar

... y luego abría los ojos 
Y la tormenta era un juego de sábanas blancas 
Que mientras planchaba habían obrado el milagro
De transportar su imaginación de un modo tan nítido 
Que si pasaba la lengua por sus labios 
Le devolvían juguetones el sabor de la  sal