Reflexión entretenida 34
Joan Crosas
Ayer el protagonista fue Terry y hoy me toca hablar de Fellini. Cuando se quiere a dos a la vez y además se convive con ellos, hay que repartir ese amor a partes iguales, no vaya uno a pensar que le quieres más que al otro.
Conozco poco a los gatos si acaso se les puede conocer. Cuando adoptamos a Fellini compré un libro para aprender un poco de su mundo, pero no sé si, por estar en formato papel al que ya estoy poco acostumbrado o por tener otras lecturas que me interesan más, todavía no lo he terminado.
Vi en seguida que los gatos no tienen nada que ver con los perros. A parte de la agilidad y delicadeza que poseen, son mucho más autosuficientes, tienen su mundo y apenas te necesitan. A menudo no sabemos dónde está Fellini y aparece cuando él quiere, en el momento menos pensado, a altas horas de la madrugada o a primera hora de la mañana, subiéndose encima tuyo, cuando estás tirado en el sofá, o paseando con sigilo por delante del ordenador cuando estás frente a este en el escritorio. Otras veces empieza a correr de repente por toda la casa saltando sobre sofás o mesas sin que llegues a saber porque lo hace.
Me fascina su curiosidad. A diferencia de Terry, se fija en las pantallas y ves como sigue los movimientos, se asoma a las ventanas y observa el mundo exterior. A veces se queda mirando un reflejo haciendo extraños ruiditos imposibles de interpretar. Otras, se sube de un salto a cualquier mueble o a la encimera de la cocina y pasea con delicadeza descubriendo esas nuevas zonas.
Ayer, siendo festivo, hicimos algo especial: subimos al terrado a hacer el aperitivo mientras tomábamos un poco el sol. Debimos dejar la puerta de casa mal cerrada porque, de repente, apareció Fellini.
Sacó su cabecita por la puerta del terrado y estuvo un buen rato observando antes de decidirse a dar el primer paso. Se abría un mundo nuevo ante él, nunca había subido al terrado, y decidió disfrutar del momento con toda la calma.
Después de estar asomado a la puerta unos buenos 5 minutos, fue avanzando poco a poco hasta unos cajones viejos que tenemos apoyados en la pared para tirarlos cuando esto acabe y se metió debajo a descansar de tan nueva experiencia. Después, lentamente, se dirigió a la única caseta que tenía la puerta abierta, donde guardamos trastos y mobiliario de terraza, y se quedó en ella a descubrir ese mundo más cerrado.
Siempre había imaginado que la primera vez que soltáramos a Fellini por el terrado, se pondría a correr como un loco y en pocos minutos habría saltado al terrado vecino donde nos costaría recuperarlo. Pero no, a diferencia de lo que hubiese hecho un perro, fue absorbiendo las novedades lentamente entendiendo que el universo que se le abría era enorme y no podía abarcarlo de golpe.
Se puede querer a dos a la vez y no estar loco. Hace unos días hablé con mi amigo Macaya y le dije que empezara a practicar con gatos puesto que pronto, Fellini, igual que Terry, se ganaría un buen retrato. A falta de este, ilustro el relato con la foto del primer paso de Fellini en el terrado, todo un universo maravilloso que se abre ante él.