Conversaciones de mascarilla 2

Alfredo Vázquez

Pepe estaba en la cola del super, con el carro y la mascarilla puesta. Un chaval joven, apuesto con cara de cansado de acercó.

 - Hola, mira nunca he tenido que pedir dinero pero estoy en una situación complicada. He venido hace dos días para una testifical, que al final no pudo hacerse. Me he quedado sin dinero y no puedo volver a casa. Vivo en Vinaroz y el billete cuesta 20 €, 

Pepe le comentó que solo llevaba la VISA, pero que podía comprarle algo en el super y le pregunto qué quería. Un zumo o algo para beber.

Estuvieron un rato hablando Pepe no acababa de creerse nada, aunque a la vez pensaba que cualquier historia podría parecérselo. 

- Espérame aquí que me toca entrar.

Pepe hizo la compra añadiendo un zumo y algo de fiambre a la lista mientras el joven esperaba en la puerta.

Al salir, le dio el zumo y el embutido.

 - Ven conmigo.  Acompáñame a un cajero. Me dijiste que necesitabas 20 € 

 - Si, el tren sale a última hora de la tarde. Sino tendré que dormir por tercer día en la calle.

El joven acompañó a Pepe hasta un cajero situado a unos cinco minutos andando mientras el joven el contaba su vida. 

 - Me quedé huérfano muy joven. Mi madre murió y mi padre adicto al juego me abandonó. Me crie en un Orfanato. Tuve la suerte de que el obispo me apadrinó y cuando murió me cedió la casa donde vivo en Vinaroz.  Estudié ingeniero técnico, y estaba trabajando en una empresa en Igualada, pero nos echaron a todos poco antes del confinamiento. Por eso lo del juicio. 

Pepe no sabía si creer en las historias que el joven le contaba, desde luego estaban bien hiladas ¿pero acaso era importante? Acabo dándole 30 €.

 - En el autobús, al conductor le digo que no puedo pagarlo, y no me dice nada. Lo cogeré para ir a la estación.

 - Te acompaño hasta la parada, me va de camino. 

Hablaron de más cosas, del piso que tenía, de mujeres, de amigos...

El joven se despidió con un gracias. Pepe, remató,

- Si te sobra algo, te tomas una caña a mi salud.

Apartó la mascarilla de su boca para construir un enorme suspiro. Siguió su camino a casa arrastrando el carro lleno de comida mientras pensaba que por poco más de 30 € era actor secundario de una historia de verdad... o de mentira.